El repensar en mi infancia me ha servido para comprobar que fuí una niña muy feliz, regalona, pero con una mamá que era la que mantenía el orden en el gallinero... y un papá super cariñoso y que siempre nos mostró que su amor era constante y alegre...
Vivíamos en Providencia con Lyon, en una calle, las palmas, donde hoy sólo hay edificios impersonales y tal vez un poco ostentosos.
Era la menor, con todas las ventajas y sometimientos de mi posición, la cual incluía viajes semivolando al colegio de monjas Esclavas del Sagrado Corazón, donde la pasé fantástico en un curso muy unido y chacotero, lo cual creo me ha ayudado a tener una llegada fácil con las personas, y a vivir la vida en general con optimismo, una gran ayuda para resistir las penas que nos toca sobrellevar. Mi rendimiento escolar fue corriente, con dominio del castellano, historia e idiomas, pero tropiezos en matemáticas; pues cuando lograba entender, mis compañeros ya estaban más adelante.
Sólo le doy gracias a Dios por mi herencia sentimental.
Flor Baltra
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